sábado, 12 de julio de 2008

EL MATRIMONIO Y LA EXALTACION


EL MATRIMONIO: CONVENIO DE EXALTACIÓN. El matrimonio, según lo entienden los Santos
de los Ultimos Días, es un convenio ordenado para ser eterno. Es el fundamento de la exaltación eterna,
pues sin él no podría haber progreso eterno en el reino de Dios.
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El Señor enseñó a José Smith la doctrina del convenio sempiterno del matrimonio y de la perpetuidad
de la familia después de la muerte. Esta revelación ha tenido un impacto maravilloso, y algunas veces
hasta para los creyentes de la doctrina de que al morir un hombre y su mujer quedan separados para
siempre y que la relación familiar llega a un fin eterno. Aun así hay muy pocos —si es que tienen
sentimientos naturales—, que no abrigan una esperanza de que la eternidad de la familia llegue a ser una
realidad.
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No hay ordenanza alguna relacionada con el evangelio de Jesucristo que sea de mayor importancia, de
naturaleza más solemne y sagrada, y más necesaria para el gozo eterno del hombre, que el matrimonio.
Con todo, no hay ningún principio como este del matrimonio que se haya convertido en el blanco de
groseras burlas, de mayores bromas por parte de los vulgares e impuros, y aun por muchos que se
consideran refinados.

EL MATRIMONIO NOS TRAE LA TOTALIDAD DE LAS BENDICIONES DEL EVANGELIO. El
matrimonio es un principio que, cuando se entra en él, presenta más serios problemas que cualquier otro.
Debe ser recibido con un espíritu de paciencia y amor, aun ese amor tan grande que viene mediante el
poder del Espíritu Santo. Nada preparará tan rápidamente a la humanidad para la gloria en el reino de
Dios, como la fidelidad a este convenio del matrimonio. Mediante este, quizá más que por cualquier otro,
cumplimos con el perfecto decreto de la divina voluntad, pero este convenio es sólo uno de los muchos
requeridos al hombre que busca hacer la voluntad del Padre. 34
Si se le recibe adecuadamente, este convenio se convierte en un medio para la más grande felicidad. El
honor más grande en esta vida y en la venidera —honor, dominio y poder en amor perfecto— son las
bendiciones que resultan del mismo. Estas bendiciones de gloria eterna son reservadas para los que están
dispuestos a perseverar en este y en todos los convenios del evangelio. Los demás no serán bendecidos.
El matrimonio es el principio más grande, glorioso y exaltado relacionado con el evangelio. Es lo que
el Señor reserva para los que llegan a ser sus hijos e hijas; todos los demás serán únicamente siervos, aun
cuando ganen la salvación; no llegarán a ser miembros de la familia de nuestro Padre y de nuestro Dios, si
es que se niegan a recibir el convenio celestial del matrimonio.



EL MATRIMONIO EFECTUADO POR LA AUTORIDAD DEL HOMBRE TERMINA CON LA
MUERTE. El Señor nos ha informado por medio de sus siervos los profetas, que todas las cosas son
gobernadas por la ley. Su casa es una casa de orden, porque todas las cosas dentro de ella obedecen la ley.
El no aceptará de la mano del hombre, una ofrenda, voto o contrato que no esté hecho de acuerdo con las
leyes que El, el Señor, ha establecido, mismas que rigen en su reino. Los compromisos y acuerdos hechos por el hombre, en los cuales el Señor toma parte y que no fueron hechos por El, o por su palabra que es su
ley, terminarán cuando los hombres mueran.
Por tanto, todos los contratos matrimoniales, así como otros contratos y compromisos hechos durante
esta vida por las partes que no hayan aceptado el evangelio sempiterno, deberán terminar cuando los
contratantes mueran. A fin de que el contrato matrimonial sea válido y ligado por eternidad y por tiempo,
los contrayentes deberán entrar en la relación matrimonial con plena obediencia y de acuerdo con las leyes
sobre las cuales están basadas tales bendiciones.
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SE MANDA A LOS SANTOS CASARSE POR LA ETERNIDAD. El Señor nos ha mandado, como se
registra en las revelaciones, que el matrimonio entre los miembros de la Iglesia debe ser efectuado
únicamente en su santa casa, y no sólo por este tiempo, sino por tiempo y eternidad. Por tanto, los que se
conforman con recibir una ceremonia sólo por tiempo, y se contentan con eso, ignoran este fundamental
principio del evangelio y sus consecuencias o se rebelan contra los mandamientos del Señor.
Ahora bien, lo que quiero decir está dirigido en gran parte a los padres de los jóvenes. Pienso que los
padres, quizá, son más culpables, porque, en muchas, muchísimas ocasiones, no enseñaron a sus hijos lo
sagrado que es el convenio del matrimonio...
Mi corazón se acongoja cuando veo en el periódico el nombre de una hija o de un hijo de miembros de
esta Iglesia, y descubro que van a contraer matrimonio fuera del templo del Señor, porque me doy cuenta
de lo que ello significa, que se están negando a sí mismos la exaltación en el reino de Dios.
SI NO SE EFECTÚA EL MATRIMONIO ETERNO HABRÁ PENA EN LA RESURRECCIÓN.
Estos jóvenes que parecen estar tan contentos ahora, cuando se levanten en la resurrección —y vean su
condición— entonces habrá lloros, gemidos, crujir de dientes y aflicción del alma; y ellos habrán traído
estas cosas sobre sí mismos debido a su falta de fe y comprensión del evangelio, y siento decirlo, por el
estímulo que ellos han recibido muchas veces de sus propios padres.

LOS INDIGNOS NO DEBEN IR AL TEMPLO. Por supuesto que hay mucha gente que no es digna de
ir al templo y por lo tanto, no debe ir. Nadie debe ir al templo excepto los que sean dignos, como ha dicho
el Señor, “los que vencen por la fe”, y son limpios y son justos y fieles.
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Entonces pueden ir al templo. Si
son impuros, si les falta fe, mejor es que permanezcan fuera hasta obtener la fe y ser limpiados.
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EL MATRIMONIO CIVIL PRODUCE SIERVOS EN LA ETERNIDAD. El Señor dice con respecto
al matrimonio: “Porque las cosas que permanecen, son por mí; y lo que no sea por mí será sacudido y
destruido. Por consiguiente, si un hombre se casa con una mujer en el mundo, y no se casa con ella ni por
mí ni por mi palabra, y el hace convenio con ella mientras él esté en el mundo, y ella con él, ninguna
validez tendrán su convenio y matrimonio cuando mueran y estén fuera del inundo; por tanto, no están
ligados por ninguna ley cuando salen del mundo.”
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Es decir, no están ligados por ley alguna del evangelio. No tienen derecho sobre ellos; cuando mueran,
sus contratos, compromisos y vínculos terminarán; no tienen derecho uno sobre el otro ni sobre sus hijos.
Sus hijos quedan sin padres, sólo en la medida en que ellos mismos mediante su propia obediencia puedan
ser adoptados dentro de la familia de otro hombre.
“Por tanto, cuando están fuera del mundo, ni se casan ni se dan en casamiento, sino que son nombrados ángeles en el cielo, las cuales son siervos ministrantes para servir a aquellos que son dignos
de un peso de gloria mucho mayor, excedente y eterno.

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