jueves, 10 de julio de 2008

DOCTRINA Y TEOLOGIA MORMONA

La teología mormona empieza antes de la creación del mundo. Existimos antes de que naciéramos. Los mormones creen que una persona es un cuerpo y un espíritu, y los espíritus de todos los hombres vivían en los cielos antes de la creación. Dios, nuestro Padre Celestial, propuso un plan para que sus Hijos espirituales pudieran progresar eternamente. En la teología mormona esto se llama “El Plan de Salvación”. Este plan proponía que los espíritus en los cielos fueran enviados a la tierra para recibir un cuerpo y enfrentar tentaciones y pruebas. Para sobrellevarlas y ser capaces de retornar al cielo después de una vida mortal, se proveyó un Salvador. Jesucristo, el espíritu primogénito del Padre Celestial, estuvo de acuerdo de actuar como Salvador en el plan del Padre, y dar toda la gloria al Padre. Lucifer fue también uno de los hijos espirituales de Dios. Él propuso un plan alternativo al mismo tiempo. En su plan los hombres mortales no tendrían albedrío moral. Tener albedrío coloca a una persona en riesgo de escoger el mal sobre el bien. Lucifer quería negar la elección y responsabilidad, salvar a todos y recibir toda la gloria. Debido a su rebelión, Lucifer fue arrojado del cielo con un tercio de los espíritus del cielo que lo siguieron. Ellos se convirtieron en el demonio y sus ángeles, y son ellos quienes tientan a la humanidad.
La Biblia es la palabra de Dios en la teología mormona. Como está escrito en Génesis, Jesucristo creó la tierra por el poder de Dios, y colocó a Adán, luego a Eva, en el Jardín de Edén. Después de la transgresión de Adán y Eva, ellos fueron arrojados del Jardín de Edén al mundo caído. Un ángel del Señor enseñó a Adán el plan de salvación y él se lo enseñó a sus hijos. Esto empieza la sucesión patriarcal de los profetas como está registrado en el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento registra el ministerio del Salvador y Su Expiación, la cual venció los efectos de La Caída e hizo posible que toda la humanidad sea traída de regreso a la presencia de Dios. Donde la teología mormona difiere del evangelismo cristiano es en la creencia de que la Iglesia de Jesucristo organizada a través de los apóstoles fue destruida en algún momento en el primer siglo por persecución, martirio y apostasía. La autoridad de predicar y administrar el evangelio, el cual Jesús había dado a los apóstoles para la salvación del mundo, ya no estaba sobre la tierra.
De acuerdo a la teología mormona, José Smith tuvo una visión de Dios, el Padre, y Jesucristo, en el año 1820. A través de ésta, y muchas visitas angelicales, José Smith fue llamado como un profeta moderno y apóstol de Jesucristo, y se le dio la autoridad del sacerdocio que se había perdido por casi 1800 años. Por medio de esta autoridad él organizó La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en 1830. La teología mormona es firme en enseñar que los cielos no están cerrados; todavía existen las revelaciones, visiones y milagros en los tiempos modernos. Es debido a revelación moderna, y a un profeta moderno, José Smith, que la teología mormona acepta escritura adicional a la Biblia, como la palabra de Dios.
En la teología mormona, el Libro de Mormón no reemplaza a la Biblia, pero es un volumen compañero. En él está escrito un relato de los pueblos de Dios sobre el continente americano. La teología mormona también acepta Doctrina y Convenios, la cual registra revelaciones dadas a José Smith, y La Perla de Gran Precio, los escritos de Moisés y Abraham traducidos por José Smith. Las palabras de un profeta viviente son tan importantes como escritura en la teología mormona y las palabras de los doce apóstoles actuales y el profeta de la Iglesia son continuamente publicadas y transmitidas por la Iglesia.
El templo de Dios es el centro de la teología mormona. En el templo una persona recibe instrucción superior en el evangelio de Jesucristo y hace convenios con Dios adicionales al convenio bautismal. Mediante la obediencia a estos convenios del templo, todas las personas que vivieron alguna vez pueden llegar a ser dignas de regresar a la presencia de Dios y “todo lo que [el] Padre tiene le[s] será dado” (D. y C. 84:38). Esta es la promesa de Dios en la teología mormona: todos los hombres tienen el potencial de llegar a ser como Dios. El Plan de Salvación está diseñado a este fin.

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