viernes, 11 de julio de 2008

PORQUE LOS MORMONES SOMOS UN PUEBLO PARTICULAR?

Quisiera hablar como otro testigo de la veracidad de lo que el presidente Tanner nos ha testificado, tan elocuente y fervientemente. Tenemos algunas palabras que expresan al mundo en general. Nos dirigimos especialmente a todos aquellos con una mente indagatoria que desean escuchar una nueva doctrina, ver algún panorama diferente y desenredar (¿acaso no lo decimos así?) el misterio más grande del mundo religioso: el misterio del mormonismo. Somos un pueblo particular; formamos parte de una congregación de verdaderos creyentes; somos únicos y diferentes a todos los demás; somos los santos del Altísimo reunidos en muchas naciones para edificar a Sión y para preparar al mundo para la segunda venida del Hijo del Hombre. Nos llaman los "mormones"; muchos nos califican como una secta singular mientras proclaman: "embusteros, falsos profetas, polígamos" como solían decir; o, "racistas, en contra de la mujer, dictadores patriarcales", como ahora algunos nos llaman, o "adoradores de Adán que niegan a Cristo y su gracia", como otros falsamente claman; o cualquiera sea la sofistería del momento que siembra las semillas del prejuicio en aquellos que de otra manera podrían aprender quiénes somos y en qué creemos. Muy a menudo nos parece que estas declaraciones de mentes vacías, y aquéllas de los que envidian nuestro rápido crecimiento y aumento de influencia en el mundo, y las otras voces de aquellos cuyos puntos de vista social o político no auspiciamos, son sólo otra evidencia de la verdad y divinidad de la obra misma. El diablo no está muerto, y así como en una ocasión elevó la voz para decir, "¡Crucifícale! ¡Crucifícale!" así también hoy grita histéricamente en contra de Su pueblo en este día. Creemos que no es demasiado pedir en esta época de luz y libertad de palabra que se nos permita declarar quiénes somos, en qué creemos y por qué nuestra causa marcha hacia delante en una forma tan maravillosa. Nos gloriamos de que se nos conozca como un pueblo particular. Es nuestro deseo ser únicos -diferentes a los demás-porque hemos renunciado a las cosas del mundo y hemos hecho convenio de vivir vidas justas y caminar en las sendas de la verdad y la virtud. Esperamos que de nosotros se pueda decir, como Pedro afirmó de los creyentes en su día. "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a la luz admirable." (1 Pedro2:9). Con el debido respeto por los puntos de vista e intereses de nuestro prójimo, -cristiano o no, judío o gentil- declaremos algunas de estas cosas en las cuales creemos y sabemos que son verdaderas. Nuestro modo de vida, la seguridad y el gozo que llena nuestra alma, nuestra esperanza de gloria y honor, todo proviene de nuestra doctrina, emana de nuestra teología y brota de las verdades reveladas que se nos han presentado. Y si tenemos un mejor medio de vida, por supuesto aquellos que son sinceros de corazón desearán adquirir el conocimiento de lo que creemos y saber cómo esto cambia y eleva al hombre. Por lo tanto, seriamente declaramos: Hay un Dios en el cielo, un Personaje glorioso, un Hombre Santo que sabe todas las cosas, tiene todo el poder y es infinito y eterno. Es el Ser Supremo, el Eterno Omnímodo, el Creador y poblador de mundos incontables. Es nuestro Padre Celestial y vive dentro de la unidad familiar. Somos sus hijos espirituales; todos moramos en su presencia eterna antes de que colocaran los cimientos de la Tierra, hemos visto su faz, escuchado su voz, y sentido su Espíritu. Este glorioso evangelio requirió la creación de esta tierra para que fuera un lugar en el cual el hombre pudiera adquirir un cuerpo terrenal, y ser probado conforme caminara por la fe. Demandó la caída de Adán con el propósito de que tanto la muerte temporal como la espiritual entraran en el mundo y todos los hombres estuviesen expuestos a éstas. Exigió una expiación infinita y eterna -que viene por medio de Aquel que sería el Unigénito en la carne- la cual libraría al hombre de su estado caído. El Señor Jesucristo, el Primogénito del Padre fue elegido para esta suprema y exaltada obra, nació de María en el meridiano de los tiempos y fue crucificado por los pecados del mundo. Por esta razón la salvación está en Cristo; viene por medio de su bondad y gracia y por su sacrificio expiatorio; Él vino para llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre. (Moisés 1:39). Él es nuestro Salvador y Redentor. El suyo fue un ministerio de mediación y de reconciliación; vino para llevar a cabo el gran y eterno plan de redención. Es por Él que podemos ser justificados, santificados y llegar a ser salvos con una salvación eterna. Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo; y entonamos alabanzas a su santo nombre para siempre. A fin de hacer valer la expiación y de reclamar para nuestro beneficio el poder limpiador de su sangre, debemos creer en Él y en su Padre, arrepentimos de nuestros pecados, hacer convenios en las aguas del bautismo de que le amaremos y serviremos todos nuestros días, y luego recibir el don del Espíritu Santo. Por lo tanto, guiados por ese Monitor Divino, debemos caminar en la luz, guardar los mandamientos y vencer al mundo. Este plan de salvación es para todos los hombres en todas las épocas. Tal es el plan que se ha revelado de época en época, a fin de que el hombre caído se ocupe de su salvación con temor y temblor ante el Señor. (Filipenses 2:12). Y ahora escuchad, el gran Dios, que es el Padre de todos nosotros, que ama a todos sus hijos, y que ruega a todos los hombres que se arrepienten y sean salvos, el Gran Dios del cielo ha iniciado la prometida restauración de todas las cosas. Él habla; la voz de Dios se escucha otra vez. Se deja ver, y el hombre mortal vuelve a ver el rostro de su Hacedor. Él manda; la palabra de verdad, el Evangelio de su Hijo sigue su curso

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