viernes, 11 de julio de 2008

POR QUE LAS MUJERES NO TIENEN EL SACERDOCIO?

El presidente Spencer W. Kimball dijo en un discurso de una charla fogonera para las mujeres de la Iglesia: "Disfrutábamos de plena igualdad como hijos espirituales de la Deidad". Luego prosiguió diciendo que "a pesar de esta gran certeza, nuestros papeles y asignaciones eran diferentes" (Liahona, enero de 1980). Creo que cada uno de nosotros tiene que cumplir una misión específica en la tierra. "Para cada hombre [y cada mujer] hay una hora señalada, de acuerdo con sus obras" (D&C 121:25). "Porque no a todos se da cada uno de los dones; pues hay muchos dones, y a todo hombre le es dado un don por el Espíritu de Dios. A algunos les es dado uno y a otros otro, para que así todos se beneficien" (D&C 46:11-12). Creo que hicimos promesas sagradas en los concilios premortales con relación a nuestro papel en la edificación del reino de Dios en la tierra. A cambio se nos prometieron los dones y los poderes necesarios para cumplir con estas responsabilidades tan especiales. Me gustaría volver a citar al presidente Kimball: "Recuerden, en el mundo anterior a éste las mujeres fieles recibieron ciertas asignaciones mientras que los hombres fieles fueron preordenados a ciertas tareas del sacerdocio... ¡Son responsables por las cosas que tiempo atrás se esperaba de ustedes, tal como lo son aquéllos a quienes sostenemos como profetas y apóstoles! (Véase Liahona, enero de 1980). Creo además que esas asignaciones y papeles difieren mucho entre una mujer y otra, tanto como hay diferencias entre un hombre y una mujer. A todos se nos ha enseñado que es bueno tener modelos, alguien a quien emular. Sin embargo, hay un gran peligro en querer ser demasiado como otra persona, pues tendremos celos competitivos y nos sentiremos abatidos. No hay dos personas iguales. A algunas mujeres se les concede tener familias numerosas, a otras pequeñas y otras no tienen familia. Muchas esposas ejercen sus dones y talentos para sostener a sus maridos en sus trabajos como líderes comunitarios, líderes de los negocios, presidentes de estaca, obispos o Autoridades Generales, y contribuyen al desarrollo de sus hijos. Otras mujeres aplican sus dones y talentos directamente como líderes por derecho propio. Existe también otro tipo de mujeres que combinan tanto el papel de apoyo como el de líder en el ejercicio de sus dones y sirven de este modo de dos maneras simultáneas. Por ejemplo, todos sabemos que había grandes diferencias entre las asignaciones de Mary Fielding Smith y las de Eliza R. Snow; no obstante ambas buscaron con entusiasmo la voluntad del Señor, ambas buscaron el matrimonio y el tener hijos, y ambas dieron al reino todo lo que tenían. Resulta evidente que nuestro mayor desafío es el de vivir lo suficientemente dignos de conocer paso a paso la voluntad del Señor en lo que concierne a nosotros, recordando que, de vez en cuando, lo que tal vez queramos hacer hoy a causa de las modas y de las vanidades del mundo puede que no sea lo que hayamos acordado hacer tiempo atrás. Deberíamos estar dispuestos a vivir y a orar igual que María, la madre de Jesús, cuando le dijo al ángel que acababa de darle su asignación: "Hágase conmigo conforme a tu palabra"(Lucas 1:38).

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